Comentario
Antes de ponerse en acción, Aristágoras se dirige a las grandes ciudades de Grecia, Esparta y Atenas, en busca de ayuda. Se presentó con un "mapa de la tierra entera", efecto del desarrollo de los estudios jónicos de geografía, herederos de Anaximandro y de Hecateo, para que se convencieran del interés que para ellos podía tener el control de los territorios de Asia. Los espartanos no estuvieron dispuestos a alejarse tanto de sus propios centros de interés. A pesar de que se decía que Esparta poseía la hegemonía entre los griegos, sus intereses quedan circunscritos a la península balcánica e, incluso, según se van definiendo en los años sucesivos, al Peloponeso.
En cambio, Atenas y, de modo secundario, Eretria respondieron positivamente. Los de Eretria decidieron enviar cinco naves, seguramente porque sus contactos con las costas del Levante mediterráneo podían comenzar a verse afectados, después de haber permanecido activos desde los siglos oscuros, según puede deducirse de los restos arqueológicos de los asentamientos sirios. La situación ateniense parece más compleja. Las posibilidades de obtener ventajas económicas de los contactos con las zonas controladas por los persas se veían interferidas por los mismos conflictos internos de la ciudad, pues los persas se dedicaban a apoyar a Hipias y la actitud de los Alcmeónidas resultaba ambigua. Para Heródoto, que en general parece adoptar una actitud de defensa de los miembros del genos, fue más fácil para Aristágoras convencer a muchos que a pocos, al demos ateniense que a Cleómenes, en la idea de que la revuelta que se fraguaba era el origen de todos los males para los griegos. Parece que, en su opinión, habría sido mejor no apoyarla, de acuerdo con algunos de los sectores de la clase dominante ateniense.